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Numeral 52
Queriendo Dios, infinitamente sabio y misericordioso, llevar a cabo la redención del mundo, «al llegar la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo, nacido de mujer, ... para que recibiésemos la adopción de hijos» (Ga 4, 4-5). «El cual, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, descendió de los cielos y por obra del Espíritu Santo se encarnó de la Virgen María» [172]. Este misterio divino de la salvación nos es revelado y se continúa en la Iglesia, que fue fundada por el Señor como cuerpo suyo, y en la que los fieles, unidos a Cristo Cabeza y en comunión con todos sus santos, deben venerar también la memoria «en primer lugar de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo» [173]
[172] Símbolo constantinopolitano: Mansi, 3, 566. Cf. Conc. Efesino, ibid. 4, 1130 (cf. ibid., 2, 665 y 4, 1071); Conc. Calcedonense, ib. 7, 111-116; Conc. Constantinopolitano II, ibid. 9, 375-396, Misal Romano, en el Credo.
[173] Misal Romano, en el Canon.